miércoles, 4 de febrero de 2009

Me ahogo


Una hoja en blanco que me reta, y un bolígrafo que se piensa si escribir más, o caer inerte sobre la mesa donde apoyo mi somnolencia. Esta todo, como en un baile apunto de empezar, como en un entierro, como en un ritual.
Necesito el día a día, lo que vivo, lo que muero y cada vez que siento la imperiosa necesidad, nado. Nado en un mar de dudas, en un océano que en cada chapuceo se estrecha y acerca sus playas. Galopo un caballo de mar con su sexualidad por bandera y no me siento mal cuando ese mar se convierte en una pecera, y yo en un pez barato que llego hasta allí en una bolsa de plástico transparente, me ahogo.
Hablo de mí y de mi teórica pronunciada depresión, de mi fugaz reflexión al caer, en que me agarro o me hundo, que sabio el poco sentido animal que nos queda. Viviré pase lo que pase.
Avivo la llama del fuego que me consume, con cada uno de mis actos, con cada una de estas palabras. Andar sobre madera ahuecada por la humedad y su rugir, su estremecer, hace que estos tablones sean mis años y mis pasos, grandes barcos que a veces vuelven al mar y otras se hunden en mi pecera.
O simplemente no hay mar, no hay agua y a lo mejor no hay ni pecera.

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