viernes, 13 de febrero de 2009

El tiempo que miro las cosas caras


Me quedo boquiabierto al ver las cosas demasiado ostentosas, sufro un viaje mental y retrocedo a mi más primaria educación. Demasiado humilde o demasiado poco presumido. Quien lo diría mirando mis brazos y a veces mi ropa, pero nunca he sido de enseñar mucho, ni de presumir de nada que no sea de buena música y de algún que otro buen compañero de fatigas.
Ahí estaba blanco y precioso, con su precio y su lujo, con su todo y su nada, por lo menos para mí. Yo si mi amigo es feliz, yo también lo soy, y más allá son elucubraciones, que no desean llegar más lejos que a ser contadas y leídas a lo mejor.
Si tuviera esa cifra de dinero, estoy seguro de que no dejaría de pisar aeropuertos durante un par de meses, pero el prefiere su flamante coche. Su coche que le hace sonreír y que a mi me hace pensar. Es mi amigo repito y por eso no entro en criticas, solo piso de vez en cuando ese mundo extraño, donde los números forman parte distintas de nuestras vidas. Como dice una buena amiga, si cambiáramos, perderíamos la esencia y la esencia de quien quiere comprarse un coche bonito y caro, es enseñarlo. Mi esencia ni mejor ni peor es otra, y la cuido, la seguiré cuidando y viendo contento a mi amigo me daré cuenta de lo distintos que somos y lo mucho que le aprecio.

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