domingo, 31 de octubre de 2010

Este muerto esta muy vivo

Eugenio de Azcárraga Vela no tiene mal aspecto para llevar 72 años muerto. Sale a navegar un par de días, corre en la cinta casi cada mañana y hasta hace nada jugaba al tenis. Tiene 94 años (95 en enero) y una mente privilegiada que le permite recordar fotograma a fotograma la Guerra Civil que mandó sus supuestos huesos al Valle de los Caídos previo paso por el cementerio de Teruel y funeral en San Sebastián.
Jienense de nacimiento y valenciano de adopción, nieto de Marcelo Azcárraga (presidente del Gobierno durante la regencia de Maria Cristina), Eugenio rescata su particular memoria histórica con la autoridad que le da su registro con el número 8.273 en el libro de inhumaciones de la basílica del Valle de los Caídos y su hueco en el Columbario 1.718. Se siente portavoz de los muertos porque es el único de los 40.000 españoles que allí descansan que no descansa. "Soy el único muerto de la Guerra Civil que puede opinar", bromea.
Su historia es de película. Cuando estalló la guerra, Eugenio tenía 20 años y no más ideología que "la natación y las chicas". Se incorporó voluntario al ejército nacional porque puestos a elegir entre malo y peor consideró peor "el comunismo" y recorrió media España fusil en mano y de ascenso en ascenso. Le nombraron cabo en un tren. En un mes era alférez.
En Teruel fue Eugenio de Azcárraga quien retiró el Torico de la plaza principal para evitar que el combate acabara con él. La figura y él sobrevivieron, aunque Eugenio acabó preso por los republicanos en el Seminario y trasladado a Valencia. "Pensé que entraría montado en un caballo blanco y en lugar de eso entré como prisionero de guerra", recuerda en el libro 'Este muerto no soy yo'.
El 16 de enero de 1938, la familia Azcárraga recibía un escrito del Estado Mayor del ejército del Norte. "El Alférez don Eugenio Azcárraga halló gloriosa muerte al frente de sus tropas en las operaciones del frente de Teruel...", decía. Su familia celebró el funeral en San Sebastián. Meses más tarde, Eugenio resucitó.
Pasó un año cautivo y escapó en enero de 1939, saltando desde un tren a la nieve de Puigcerdà rumbo a Francia. El 9 de febrero era un hombre libre. 71 años años después sigue presumiendo de ello.

Contra la Memoria Histórica

Con 95 años radiografía la actualidad con una lucidez asombrosa, reniega de los políticos y critica la "estúpida" Ley de Memoria Histórica porque, dice, "lo más cristiano es olvidar". "Las guerras son una animalada, pero las guerras civiles son una animalada con dos rombos, es una bestiada", sentencia. "Cuando algo se ha hecho mal lo mejor es olvidarlo, sobre todo cuando han pasado 60 ó 70 años", dice mientras, eso sí, reconoce su curiosidad por saber quién ocupa su lugar entre los muertos. Su sospecha es que la verdadera identidad del fallecido es la de su compañero de guerra Alfonso Ochoa, que portaba varias cartas remitidas a Eugenio cuando fue abatido.
Ahora que se siente ya cerca de su "edad biológica" por culpa del menisco, reconoce que ya está muy próximo a su segunda muerte, la de verdad. ¿Le tiene miedo? "Ninguno... A ver si por fin sé quién ha usurpado mi sitio, me lo encuentro y le puedo decir: Oye, ¿pero cómo te has metido tú en mi tumba?".

El mundo, domingo 31/10/10

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